Un exclavo es liberado por un extraño cazador de recompensas para para que lo ayude a capturar a tres temidos delincuentes, a cambio el exclavo no solo exige su libertad sino, tambien, rescatar a su esposa exclavizada en una plantación.
Quentin
Tarantino es uno de los pocos directores contemporáneos que entra en el
exclusivo círculo de los realizadores que son idolatrados por la crítica
especializada y a la vez son excelentemente aceptados por el público en la
taquilla. Es de esos extraños casos, otro que se me viene a la mente el
Hitchcock, al cual no dudan en seguirlo tanto los mas abnegados cinéfilos como
el público ocasional que solo quiere pasar un buen rato en el cine; y como
testigo de eso solo basta asistir a la proyección de cualquiera de sus
películas para presenciar lo heterogéneo del público que contempla sus
creaciones. En esta ocasión Tarantino regresa explotando el mítico y
"norteamericano" género de los western, un estilo de espectáculo que
todavía no había abordado en forma explícita dentro su filmografía a pesar de
reconocer personalmente que es uno de los que mas contribuyó en su apego por el
cine. Pero Tarantino no es un tipo fácil y su alma provocadora lo lleva a
reformular su proyecto de western no
desde el punto de vista norteamericano sino que recurre a la perspectiva
del spaghetti-western un subgénero nacido a contracultura de los clásicos de la
edad de oro realizados por directores icónicos como John Ford, Howard Hawks o
Anthony Mann, genios de las películas del “oeste” que lograron imprimir su
sello en los espectadores de los años '40 y '50 hasta convertir al género en el
entretenimiento principal del cine estadounidense de la época. El
spaghetti-western remite primariamente a los films del género rodados o
financiados en Italia con actores de la península o exportados de EEUU, pero es
su concepción artística la basa fundamental que los diferencia del western
tradicional. Aunque ambas corrientes comparten ese espacio imaginario que es el
oeste norteamericano (para muchos uno de los mejores inventos de los EEUU
después de las computadoras y la telefonía) las diferencias tanto estéticas
como de construcción argumental son notorias. En el caso del spaghetti los
personajes se muestran sucios y desalineados en contrapartida de la pulcritud
del género tradicional, los encuadres resultan también algo incómodos, con desmesurado
uso de planos cortos en contrapartida de los planos largos que nos tienen
acostumbrados directores clásicos como John Ford. Pero es en sus historias donde
más se separan; el western tradicional por lo general trata sobre crónicas de
descubrimiento y conquista de territorios, o en algunos casos basan su núcleo
en mantener el orden en un sitio o lugar. En cambio en el spaghetti que es
notoriamente influenciado por el cine japonés de aventuras o defensa del honor
(Jidai-Geki) suelen tratar principalmente sobre caminos de venganza o duelos en
los cuales el crimen está casi siempre presente. La última producción de Tarantino
reflota uno de los clásicos del cine spaghetti como es el Django de Sergio Corbucci. El Django de
Tarantino es un camino de venganza que emprende Jamie Foxx para rescatar a su
mujer, y es este camino de venganza el único punto, junto con la violencia, en común con el film original. Aquí el
director de “Reservoir Dogs” suma al protagonista la presencia del excelente
actor austríaco “Christoph Waltz” para generar una pareja de maestro/alumno,
con cierto aire de reelaboración del Quijote, que constituye la principal
herramienta para generar los ingeniosos diálogos y situaciones que nos
acostumbra Tarantino.
Ahora,
visto preferentemente desde el punto de vista cinematográfico Django no es una
película redonda, el film tiene sus altos y bajos y tal vez el mayor vicio que
atenta contra su construcción es el excesivo metraje que presenta. Pero a pesar
de todos estos pequeños defectos se hace evidente que el director es una
persona que sabe de cine y esto se demuestra
en el film con un abanico de pequeños
detalles que contribuyen al resultado sumamente positivo de la realización. Estos
detalles, clásicos del director, resaltan en especial en la forma que construye
los habitantes de la pantalla, es decir, aquí los personajes principales se
demuestran como caracteres complejos y, en cambio, se muestran unidimensionales
(o sea absolutamente malos) a los enemigos de los protagonistas; queda claro
que esto no es casualidad ni falta de elaboración sino que es una estilo sarcástico
del director para aportar cierto aire caricaturesco a la película.
Pero
si hay algo que lo destaca a Tarantino y lo separa de la mayoría de los realizadores
actuales es el manejo del tiempo; Quentin se toma el tiempo para todo, para
mostrar los personajes con diálogos triviales cuando en realidad sirven para
construir su perfil, también se toma el tiempo para ingresar a la acción y también
para generar el grado de suspenso necesario antes del climax en las escenas
importantes. Y esto amigos es la clave del cine, así funcionó y funciona mas
allá de que las convenciones narrativas actuales sugieran a los directores
trabajar con cortes frenéticos, ritmo alocado de TV e hipersaturación de
información, muchas veces esto no sirve para construir una buena historia, y
aquí Tarantino lo demuestra claramente dando una clase de buen cine.
Django
tiene en general todo lo que un espectador espera del director, quien es el
real protagonista de sus películas, es decir: muchísima violencia, los toques
necesario de humor negro, la capacidad de crítica social hacia ciertos
sectores, los excelentes e ingeniosos diálogos que son un sello de Tarantino y
un manejo envidiable del tiempo cinematográfico. Con solo esto y si una piensa
que Tarantino empezó como empleado de un videoclub sin grandes estudios en
arte, de corazón dan ganas de mandar a muchos directores actuales a que se
consigan un trabajo alquilando películas y de paso se miran algunas a ver si
aprenden a querer al cine.
Mi puntuación: 08/10
Disponibilidad: En cines.
1 comentario:
Coincido mayormente con el comentario,respecto al tiempo, otro gran western como :El bueno, el feo y el malo dura 182 min hay q disfrutarla como una obra completa y no perder el minimo detalle como nos tiene acostumbrado el gran Quentin,por ultimo destaco al extraordinario actor Christoph Waltz para mi lo mejor como en Inglourious Basterds otro cinefilo....Ricardo
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